¿El sistema educativo actual afecta al funcionamiento cerebral del niñ@? - Relaciones en positivo
Padres Ayudando a Padres, escuela de padres y madres, entrevista de Amanda Cespedes sobre la influencia del sistema educativo actual en el desarrollo y funcionamiento cerebral de los niñ@s
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¿El sistema educativo actual afecta al funcionamiento cerebral del niñ@?

Entrevista a Amanda Céspedes, neuropsiquiatra infanto-juvenil:


“EL CEREBRO HABLA DE CÓMO HACER A UN NIÑO MÁS INTELIGENTE”


“Una de las grandes perdedoras es la imaginación. Hoy los niños son expertos en el “touch”, pero muy precarios en el imaginar”, afirma Amanda Céspedes, al participar en el III Congreso de Educación “Desarrollando las Mentes del Futuro”, organizado por Seminarium Certificación. La experta pone acento en la necesidad de desarrollar en ellos competencias esenciales que van de la mano de la creatividad. A la vez que es categórica al señalar que en los menores de cinco años la mielina, sustancia presente en el cerebro, es determinante para su inteligencia futura y que padres y educadores pueden contribuir a la producción de ésta.


¿Por qué son tan importantes los primeros cinco años de la vida de un niño? ¿Qué se juega allí?
Los primeros diez años de la vida los dividimos en dos fases: la primaria infancia hasta los cinco años y luego, la niñez. Pero, ¿por qué es tan importante la primera infancia? Porque es fundacional, se crean todas las redes cerebrales neuronales que van a ser la base de lo que va a ocurrir después, los cimientos del desarrollo cognitivo y socioemocional futuro del niño.


El filósofo francés Jean Paul Sartre (1905-1980) en su obra “Las Palabras” dice que en el adulto no importa su valor, su posición social o su actitud, “decide la infancia”. Lo que quiere decir es que el ser humano es lo que decidió su infancia que fuera. Por lo tanto, esos primeros cinco años son claves.
Sobre estas redes fundacionales se van a montar los próximos cinco años, hasta los 10, que es cuando se sientan las bases para el desarrollo intelectual y cultural futuro. Por lo tanto, primero ocurre el desarrollo cognitivo, el conocer, y luego el intelectual, el conceptualizar el conocimiento. Esa conceptualización inicial, que ocurre principalmente de los siete a los 10 años, va a ser la base para el desarrollo intelectual futuro que es ilimitado.
El desafío para educadoras de infantil y profesores

Si consideramos que la primera infancia es fundacional, ¿cuáles son los hallazgos de la neurociencia que toda educadora de infantil debería conocer?
Lo esencial es que el niño viene ya antes de nacer con una red neuronal de soporte, que se desarrolló durante los últimos tres meses del embarazo. Sobre esa red, durante su primera infancia va creando modelos internos sólidos, estables e indelebles, que serán la base de todo lo que vendrá después. Por ejemplo: un modelo interno lingüístico, un modelo interno comunicativo, un modelo interno social, un modelo interno de descubrimiento del mundo natural, un modelo interno del movimiento. Para ello, el niño cuenta con tres veces más potencial sináptico que el que va a tener de los siete años en adelante. Se estima que tiene 300 billones de neuronas en la corteza cerebral, algunas de ellas vienen conectadas y otras están abiertas a la experiencia, es decir, van a esperar la sinapsis. De estos 300 billones, entre los cinco y los siete años eliminarán al menos 100 billones, pero las redes fundacionales se mantienen.
La magia del cerebro humano es que se reorganiza constantemente para lo que está por venir. En la historia de su evolución de millones de años hubo un aprendizaje y el cerebro sabe que el futuro va a ser más complejo.


¿Cree que hoy en día se les habla suficiente de neurociencia a las educadoras de infantil?
Sí. El dilema está en quiénes hablan de neurociencia, ése es el tema. Hablar de neurociencias es muy fácil, pero hablar de neurociencias aplicadas a la educación no tanto. Requiere de una serie de condiciones que no las tiene todo el mundo. Un neurobiólogo de laboratorio puede hablar maravilloso de neurociencias, pero de allí a aplicarlas en el ámbito de la educación, eso es distinto. Hoy hay mucha gente hablando de neurociencias porque han ido a tres o cuatro seminarios, eso es peligroso. Es como enseñar cocina internacional luego de ir a tres cursos sobre cómo se prepara el risotto. Yo estoy un poco preocupada, tenemos poca expertise en el tema, pero afortunadamente recibimos extranjeros con muy buena formación que creo que son un aporte importante. En todo caso, las neurociencias llegaron, se instalaron, y de aquí no las mueve nadie.


¿Cómo pueden los profesores de niños pequeños aprovechar todo su potencial y que, al mismo tiempo, sean felices?
Hay que dedicar tiempo a la música, el arte, los juegos, el movimiento y la creatividad. Una de las grandes perdedoras hoy día es la imaginación. Los niños actuales son expertos en el “touch”, pero son muy precarios en el imaginar. Cuando les he pedido a algunos chicos que inventen un animal, dicen que no se les ocurre y quieren buscarlo en google. Yo les insisto: “intentémoslo, te voy a ayudar a imaginar”. Pero les cuesta enormemente, porque no están acostumbrados a producir.
Es decir, los profesores deben fomentar actividades que incrementen la imaginación de los niños.
Claro. Y se puede usar la tecnología digital, pero se tiene que saber usar para que esté al servicio de la imaginación, de la creatividad, del desarrollo lingüístico y matemático. Esto no es lo mismo que pasar a los niños una tablet para que juegue, porque ahí él no crea, no imagina.
Cómo armonizar las transformaciones del cerebro infantil con la escolarización inicial
El título de su ponencia en el III Congreso de Educación, efectuado recientemente, fue: “Los primeros y mágicos 10 años de la vida: Armonizar las transformaciones del cerebro infantil con la escolarización inicial”.


¿Cómo se puede lograr eso?
Éste es un ámbito sobre el cual estoy insistiendo mucho: la necesidad de comprender que el concepto de escolarización de un niño pequeño, desde que entra a primero básico y hasta que llega a cuarto básico, es muy estrecho, se centra exclusivamente en lo cognitivo. Se da exagerada importancia a que el niño adquiera conocimientos, que se supone le van a ser útiles después para la vida. La verdad es que esos años están para que el niño desarrolle competencias esenciales de escolarización, que más adelante le van a servir para adquirir y comprender los conocimientos.
Por ejemplo, si a un niño pequeño se le enseña lo que es la célula, él aprenderá pero de memoria. Su cerebro no está listo aún para entender lo que es una célula, un concepto tan abstracto. En cambio, sí puede desarrollar ciertas competencias esenciales que le van a permitir después una buena conceptualización; me refiero a la capacidad de imaginar, crear, jugar, estar en movimiento, escuchar música, tomar contacto directo con la naturaleza.
Howard Gadner, psicólogo e investigador de la Universidad de Harvard y autor de la teoría de las inteligencias múltiples, fue el primero en demostrar que el cerebro del niño ofrecía a la educación muchísimo más que un cerebro lingüístico-matemático. En ese sentido, las metodologías de enseñanza deben aprovechar todo lo que el niño creó y consolidó los primeros cinco años de la vida.


Los profesores, ¿cómo pueden despertar la curiosidad y el asombro de los niños sin dejar de lado el currículum que deben enseñar?
Ésa es una de las tremendas inquietudes. Muchas veces cuando los profesores van a mis seminarios me dicen: “todo esto es maravilloso, pero no se puede hacer”. Pregunto: ¿por qué no? “Porque a mí me exigen hacer planificaciones, pasar la materia, etc”. Yo les digo: “perfecto, pero eso es lo grueso, el modus operandi, tu arte, tu vocación, hace la diferencia”. Es como el médico del servicio público, que le dicen que tiene que atender a cinco pacientes por hora y se transforma en un robot, atiende rápidamente y que pase el siguiente. Hay médicos que aun atendiendo a cinco pacientes por hora, ejercen el arte de la atención integral. Esos médicos tienen una profunda vocación. Todo depende de la persona. Yo les digo a los profesores: “aunque tengas la espada de Damocles encima, con las planificaciones por hacer y la directora pendiente de lo que estás haciendo, tú eres libre en el aula. Cierra la puerta y has las cosas como te dicta tu corazón. Si tienes que pasar tal materia, perfecto, pero transfórmala de una manera tal que resulte atractiva”.
Por ejemplo, si se va a hablar de la célula. ¿Por qué no comenzar contando la historia del español Santiago Ramón y Cajal (1852-1934)? A él lo expulsaron de la escuela porque no aprendía y el padre, furioso, lo llevó donde un zapatero a quien le dijo: “enséñele a remendar zapatos, que es para lo único que sirve”. El zapatero usaba tinturas para teñir zapatos y ahí el chico comenzó a idear cómo usar estas tinturas. ¡Fue el primero que tiñó la neurona en el cerebro! Recibió el Premio Nobel de Medicina en 1906 y llegó a ser campeón mundial de ajedrez. Era un genio de la neurociencia, sin sus aportes no sabríamos lo que es una neurona. Con una historia como ésa, todo el curso se va a motivar.


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La mielina y su impacto en la inteligencia
Hoy la neurociencia ha puesto énfasis en la mielina, material formado por proteínas y sustancias grasas que aísla cada nervio en el cerebro y la médula espinal como una funda de plástico alrededor de un cable eléctrico. Su tarea es que los impulsos eléctricos se transmitan de manera rápida y eficiente a lo largo de las neuronas. Por lo tanto, si la mielina se daña, los impulsos se vuelven más lentos y se ven afectadas las funciones motrices y sensoriales, entre otras.
Amanda Céspedes sostiene que la producción de mielina en niños menores de cinco años es determinante en su inteligencia.


¿Qué pueden hacer los padres y educadores para incrementar la mielina en los niños?
Ésa es una pregunta importante y con una respuesta comprometedora. La mielina se forma esencialmente a partir de cuatro elementos:
1) Los genes, que indican cómo será la formación de mielina a lo largo del desarrollo.
2)La alimentación, pues el niño debe recibir aportes nutricionales específicos para la formación de mielina. Me refiero a proteínas de muy buena calidad, no sólo animales sino vegetales, especialmente legumbres; al aporte equilibrado de grasas saturadas de animales que se encuentran en la leche entera y la mantequilla; grasas poliinsaturadas que entregan los frutos secos (nueces, almendras) y los vegetales; algún pescado de agua fría como el salmón y el atún, pero ojalá el salmón austral. A falta de estos peces, que son caros, el jurel puede ser un muy buen aporte nutricional para un niño pequeño.
3) La posibilidad de tener sólidas experiencias motoras, ya que el movimiento es esencial. El niño debe moverse desde que nace y a partir del año y medio en adelante, tiene que contar con espacios protegidos en los cuales pueda moverse muchísimo.
4) La afectividad, que en el niño pequeño tiene que ver con el respeto en sus cuidados cotidianos. Él es asistido en todo, para vestirse, alimentarse y bañarse. Ésas son instancias de cuidados cotidianos y si en ellas es vulnerado, eso tiene un impacto en la formación de la mielina. Por lo tanto, es fundamental el cuidado amoroso cuando se le baña, se le viste o se le alimenta. Y esto adquiere importancia en las salas cuna donde cada niño debe ser atendido de manera individual, amorosamente, de modo de crear una identidad de niño respetado y considerado. Esto es clave en la formación de estas fibras que van a ir cubiertas de mielina y que son la base para el funcionamiento intelectual futuro.


Durante las actividades pedagógicas, ¿hay algo más que las educadoras de infantil y profesores deban tener presente para la formación de mielina?
Sin duda. Cuando hablé de experiencias motoras, me faltó referirme a las experiencias sensoriales y éstas tienen que ver con la percepción: visual (formas, colores), auditiva (melodías de canciones y rondas). Un niño que crece escuchando melodías, canciones y rondas va a ser dos veces más inteligente que el que no las escuchó o escuchó otra música. El que crece al ritmo del reggeaton no va a tener el mismo desarrollo intelectual. Lo musical, lo visual, lo táctil, la experiencia de trabajar con arena, arcilla o plastilina es fundamental. Pero aquí el educador o educadora tiene que tener muy claro dónde está actuando, qué está estimulando. Si sus alumnos van a trabajar con plastilina, debe saber por qué va a realizar esa actividad, qué modelos internos va a estar creando el niño que trabaja con eso.
El 80% de la mielina se forma antes de los cinco años de edad y el 20% de los siete a los 25 años. Por lo tanto, en ese período tenemos la posibilidad de seguir formando mielina. ¿Cómo se debe formar? De los cinco a los 10, dándole centralidad a los juegos, al baile, a la música, al canto, a la ejecución musical. Todos los niños debieran ejecutar un instrumento musical desde pequeños. Y luego, a partir de los 11 o 12 años sus fuentes de producción de mielina son a través del baile, la música y otros estímulos intelectuales como la lectura. Lamentablemente, los adolescentes también se proporcionan sus fuentes de destrucción de mielina. Ayer realicé una charla para padres y el tema era alcohol y adolescentes; puse mucho énfasis, ojalá los adolescentes me escucharan, de que el alcohol entre los 13 y 25 años de edad es un destructor de mielina, por lo tanto destruye esencialmente la inteligencia.


¿Qué importancia tiene la inteligencia emocional en el proceso de enseñanza – aprendizaje? ¿Y cómo se educa?
Hay un dicho:


“Para aprender el alma debe estar serena”


Por lo tanto el aspecto socioafectivo del niño, su armonía emocional, es esencial. Hay una relación directa entre el desarrollo de la inteligencia y el de los aspectos socioafectivos. Cuando hago clases a los profesores les digo que lo intelectual es como un guiso que vamos a preparar, ponemos la cacerola al fuego, pero el error más grande sería colocar la cacerola e irse, hay que encender el fuego. Sólo así, se va a cocinar bien el guiso. Entonces, es un error entregar y entregar contenidos a los niños sin haberse preocupado primero del aspecto emocional.


¿Cómo nos preocupamos de eso?
En los primeros cinco años de la vida lo importante para el niño es sentirse seguro, saber que lo quieren y confiar en un adulto que ha creado un vínculo con él. La creación de ese vínculo afectivo con el niño pequeño es fundamental y se consigue a partir del respeto irrestricto hacia él.
Muchas veces el adulto dice: “Yo lo respeto” y al rato siguiente, le está gritando. El respeto en los cuidados cotidianos, la valoración, lo que los conductistas llamaban el estímulo positivo, cumplen un papel relevante. El acento no debe estar puesto en “mira lo que hiciste” o “deja de hacer eso”, sino en “me encanta lo que hiciste”, “muy bien, felicitaciones”. También vale la pena mencionar aquí la música y el juego, que son grandes fuentes de alegría para el niño.
Pero nos encontramos con un problema: hay que educar emocionalmente al adulto. En Chile, de 10 adultos que tienen que ver con niños, ocho son analfabetos emocionales. Más que darles una serie de tips de qué hacer, creo que hay que educarlos emocionalmente, enseñarles las claves de la relación vincular con el resto de las personas, especialmente con los niños.


¿Qué podemos hacer los adultos para subsanar de alguna manera nuestra “mala educación emocional”?
Somos demasiado estructurados, ansiosos, distímicos, etc.
Un gobierno que cree en la educación tiene que pensar en la transversalidad de todas las políticas públicas relacionadas con la infancia y muchas de ellas pasan por el cuidado de la salud mental del adulto. Si tenemos adultos distímicos, rabiosos, frustrados, insatisfechos, indudablemente eso va a incidir en forma directa en la posibilidad de educación de un niño.


¿Qué cosas concretas hacer?
Obviamente políticas públicas que favorezcan las jornadas laborales de la mujer, que mejoren sus salarios, que amplíen el post natal de manera que el niño no tenga que ir a la guardería tan pequeño, que permitan a la madre amamantar a su hijo por lo menos año y medio porque la leche materna es uno de los mejores precursores de la mielina. En otras palabras, políticas públicas que tengan que ver con la felicidad del ciudadano.
Y, por otra parte, hay que trabajar con los adultos para sacar de sus cabezas un sistema de creencias que están arraigadas en el inconsciente y que les hacen mucho daño a los niños. Por ejemplo, Chile es un país donde la mayoría de los adultos cree firmemente en el valor educativo del castigo. Esto es algo que me ha costado mucho erradicar. A veces me han entrevistado y me han dicho: “Pero cómo, doctora, usted promueve el estilo permisivo”. No, todo lo contrario. A mí me gusta la autoridad con los niños, pero no la autoridad centrada en el castigo, porque el castigo no enseña, no educa, reprime. Algunos adultos dicen: “A mí me dieron una cachetada y no me pasó nada”, y replican el modelo.
Lo que hay que hacer con los profesores y educadoras de infantil es casi una intervención quirúrgica: sacarles todos esos sistemas de creencias. Lo primero es hacerlos conscientes de eso, pues lo que tenemos en el inconsciente no se puede modificar. Es un trabajo enorme y lo hacen muy bien quienes dictan talleres de resolución de conflictos o de comunicación afectiva, que apuntan justamente a remover sistemas de creencias erróneos e instalar creencias sensibles, lúcidas, sensatas.
Los talleres de resolución de conflictos deben ser transversales a todos los lugares donde hay adultos reunidos, ya sea para abordar la relación entre adultos o con niños. Son imprescindibles en los colegios o instituciones educativas. A veces el profesor no sabe qué hacer frente a un conflicto entre dos niños y opta por descalificarlos a ambos, amenazarlos, avergonzarlos. Cuando uno le pregunta a ese profesor por qué humilló a ese niño, responde: “Bueno, porque cuando yo era chico así me enseñaron”. Ahí vemos la replicación de un sistema de creencias. Hay que decirle: “así te criaron, pero no funciona, ésta es la forma”. Los talleres de resolución de conflictos son maravillosos, enseñan muchas estrategias para abordar un conflicto.


¿Hoy tenemos más niños con déficit atencional que antes?
Todo pareciera indicar que han aumentado los niños con déficit atencional, síndrome de Asperger y otras patologías.

¿Por qué ha ocurrido eso?
En el tema del trastorno por déficit atencional sucede un fenómeno paradójico: hay un sobrediagnóstico y un infradiagnóstico. Es decir, por un error de índole conceptual se identifican con déficit atencional muchos niños que no lo tienen y no se identifican los que sí lo tienen.
¿Qué pasa? El trastorno por déficit de atención se origina por una inmadurez de la región última de la corteza cerebral en madurar, que es la región prefrontal, que madura al final. ¿Qué significa madurar? Mielinizar. En otras palabras, el trastorno por déficit de atención tiene que ver con una mielinización más lenta. Pero ocurre que la región prefrontal es muy vulnerable, muy sensible, a factores ambientales que tienen que ver con malos hábitos de vida. Puedo dañar o perturbar el funcionamiento de mi región prefrontal durmiendo poco o mal, alimentándome mal, viviendo en medio del estrés, jugando videojuegos de manera compulsiva, bebiendo bebidas gaseosas con una cantidad enorme de azúcar. Todo eso altera esta zona. Hoy vemos un incremento de niños que actúan como si tuvieran déficit atencional, vale decir, son tremendamente impulsivos y no se concentran, sin embargo lo único que tienen son malos hábitos de vida que, al no ser corregidos, se van perpetuando.
En los adolescentes, el consumo prematuro de alcohol daña la mielina. Entonces, todo se va concatenando para aumentar enormemente el número de niños y adolescentes que no tienen déficit atencional, pero que actúan como si lo tuvieran.
Al mismo tiempo, observamos que hay un infradiagnóstico, que se produce porque muchos chicos con déficit atencional no son hiperactivos ni impulsivos, pero tienen trastornos del aprendizaje. Y al no ser hiperactivos ni impulsivos, no se les diagnostica y su trastorno de aprendizaje se interpreta como se ha hecho por siglos: flojera. Y no se les presta la debida atención.


¿Y qué pasa con los niños con síndrome de Asperger?
La prevalencia de Asperger es la misma, no ha variado, lo que ha aumentado notoriamente son niños que tienen ciertas características Asperger, aunque no el cuadro completo. Se piensa que estas características Asperger son producto de una serie de neurotoxinas que actuaron de manera muy sutil en el desarrollo del cerebro del niño el último trimestre del embarazo, neurotoxinas ambientales no del todo identificadas todavía. Algunas estarían presentes en la comida, como los aditivos químicos, preservantes y colorantes, que serían dañinos; otras dicen relación con la presencia de metales pesados en el ambiente y el estrés, que es una neurotoxina porque produce cortisol que es dañino para el cerebro. Es decir, hoy tenemos más niños con características Asperger debido a una contaminación ambiental silenciosa subterránea, pero nadie le ha puesto el cascabel al gato. Y aquí vuelve a aparecer la importancia de las políticas públicas.
También hoy estamos preocupadísimos quienes trabajamos en educación porque el uso temprano de la tablet para entretener a niños menores de tres o cuatro años causa un deterioro gravísimo de sus habilidades comunicativas. Vamos a tener una legión creciente de niños con características Asperger: que no miran a los ojos, que no son capaces de leer las claves del entorno y que no entienden la comunicación no verbal. ¿Por qué razón? Porque un niño de dos años que está todo el día pegado a la tablet no está observando el entorno. Así de simple.
oward Gadner dijo que


“no todos los niños pueden aprender todo lo que queremos enseñarles, no todos los niños necesitan aprender todo lo que queremos enseñarles, y no todos los niños quieren aprender todo lo que queremos enseñarles”.


Si tenemos claras esas tres condiciones, podemos afirmar con certeza: todos los niños pueden aprender, sólo que algunos aprenderán lo que quieren, otros lo que pueden y otros de acuerdo a sus necesidades. Incluso hay niños con retardo mental que son maravillosos en el arte de cuidar el jardín o cocinar. Eso es vida. Eso es aprender, porque el aprendizaje no sólo es escolar.
En todo caso, no hay que olvidar que los primeros cinco años de la vida son determinantes. Las neuronas se forman en el primer trimestre del embarazo. Luego, crecen, se especializan y finalmente se conectan. ¡Se conectan durante toda la vida! Pero los primeros cinco años son fundacionales. Si quieres que un niño sea políglota, trabaja con él de manera adecuada los primeros tres años de su vida; si quieres que sea bueno para la música, que escuche música.



 
 
Firma

Carmen Fernández Rivas
 
Educadora Certificada en Disciplina Positiva para Padres y en el Aula (CPDPE) & (CPDCE) por la Positive Discipline Association EE.UU.
Positive Discipline Association
 
 

 
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